El otoño se identifica de manera inexorable con la melancolía y la tibia tristeza que parece añorar la frágil levedad del verano recién transcurrido. En el corazón del bosque se destilan todas las sensaciones de esa pérdida, cuyas metáforas nos recuerdan la caída de las hojas, la hojarasca o las múltiples variantes cromáticas del áureo y el rojizo. Este sábado pasado vivimos una experiencia única en el Parque de los Alcornocales y en este reportaje encontraréis algunas instantáneas del otoño gaditano.
«Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.»
Manuel Machado, «Melancolía»
Nada más melancólico y apacible que sumergirse en el corazón del bosque otoñal, en el silencio estremecedor que sólo el vuelo de los buitres ocasionalmente rompe, entre alcornoques y quejigos, brezos, helechos y un sinfín de pequeñas especies naturales cubiertas en gran parte por la hojarasca que todo lo inunda. Es el bosque del Parque Natural de Los Alcornocales, un entorno natural privilegiado en el corazón de la provincia de Cádiz, que se ha convertido en una auténtica pasión para las gentes de Euskádiz. Con motivo de nuestra última incursión realizamos este retrato otoñal que queremos compartir con todos vosotros/as.
Antxón Urrestarazu Echániz
Obra bajo licencia Creative Commons
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