Los corrales de pesca de Chipiona son uno de los lugares más emblemáticos y singulares de esta localidad costera de la provincia gaditana. En una reciente actividad organizada por Euskádiz tuvimos la oportunidad de conocer estas antiguas e ingeniosas artes de pesca, guiados de forma magistral por Julio Lorenzo, miembro de la Asociación de Mariscadores de Corrales de Chipiona “Jarife”.
De forma genérica, los corrales de pesca marítimos son cerramientos-trampas, utilizados desde la antigüedad por los moradores del litoral para conseguir su sustento con la captura de especies marinas, sin tener que meterse en el mar arriesgando la vida y aprovechando los espacios intermareales.
Estos ingenios, peculiares en la provincia de Cádiz y datados desde el siglo XIV, aunque sin duda con una antigüedad mucho más remota, se conservan en las localidades de Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, encontrándose emplazados en playas donde se dan considerables diferencias en el nivel del mar entre la bajamar y la pleamar, con una importante presencia de rocas planas en su litoral, denominadas plataformas de abrasión, y donde se superponen muros de piedra ostionera a modo de cerramiento, quedando el conjunto totalmente integrado en el entorno marino, con el objetivo de que peces, crustáceos y moluscos queden atrapados al bajar la marea.
A temprana hora de un luminoso día otoñal, cuando la mar agotaba su ciclo de vaciante, nos dispusimos a recorrer uno de estos antiquísimos corrales de pesca, lo que nos obligó a equiparnos con el calzado adecuado para andar por las resbaladizas escolleras, sin correr riesgos innecesarios.
Cuando nos disponíamos a iniciar la visita guiada, un señor de honorable porte, pertrechado con los útiles necesarios para practicar la pesca a pie, nos saludó amablemente. Nuestro guía nos informó que se trataba del “catador”, figura elegida periódicamente por los componentes de la asociación como responsable del mantenimiento del corral, el cual, y como contraprestación a sus servicios, tiene la prerrogativa de ser el primero en realizar el despesque o “cata”. Una vez terminada la labor de reconocimiento del recinto, los demás socios o “mariscadores tradicionales” pueden acceder a faenar.
El paseo por el corral nos iba descubriendo aspectos de la ancestral sabiduría popular, como el caso de los ostiones, lapas y escaramujos fijados a las uniones de las piedras de los muros de cerramiento y división, que hacen la función de argamasa natural de compactación.
Observamos los huecos de desagüe o “caños”, por donde se escapa el agua que en la bajamar ha quedado por debajo de la altura del muro de cerramiento, y cómo, para evitar que las piezas capturadas puedan utilizar los caños como vías de huida, se protegen los mismos mediante rejillas llamadas “zarzos”, como reminiscencia de cuando se utilizaban a tal fin los sarmientos podados, muy abundantes en una tierra vinatera.
Vamos recorriendo, acompañados por nuestro amable anfitrión, las diferentes parcelaciones del Corral de Pesca, a las que llaman “piélagos” o “cuartelillos”, construidas para facilitar la pesca. En aquellos espacios naturales que permanecen inundados, llamados “lagunas”, y en los piélagos, se disponen unas lajas que, con la sugestiva denominación musulmana de “jarifes”, sirven de falsos refugios a las especies facilitando, paradójicamente, su captura.
Coincidimos con varios mariscadores-pescadores que se afanaban en hurgar debajo de las solapas del roquedo y los jarifes con una barra metálica llamada “fija”. Este útil, con uno de sus extremos en forma de gancho o “garabato” con el que sacar a los peces de su enroque, dispone en el otro de un tridente con el que evitar su huida.
Tuvimos la oportunidad de ojear otros pertrechos empleados en esta singular pesca y marisqueo como: el “francajo”, peine de pinchos metálicos con mango de madera; el “cuchillo de marea” especie de sable utilizado para la captura de peces mientras nadan; las botas de vadear; el “bidón” o “seroncillo”, necesario para meter las capturas; el bote con aceite de oliva, que permite ver el fondo marino cuando el cabrilleo del agua producido por la brisa lo impide…
Tras el “reparo” o estoa de la marea el corral de pesca comenzó a recibir el agua de la creciente, dando lugar a un nuevo inicio del proceso para el que fue creado hace tantos años. Era el momento de terminar la visita, acompañados de la satisfacción de haber podido sumergirnos en uno de los grandes recursos patrimoniales de Chipiona.
Agradecemos a la Asociación de Mariscadores de Corrales de Chipiona “Jarife” su ejemplar labor de mantenimiento y promoción de este conjunto histórico, cultural, medio-ambiental y paisajístico, a la vez que animamos a su visita a las personas que viajen a la bonita localidad de Chipiona.
«Corrales, una técnica de pesca tradicional en Andalucía». David Florido del Corral
«Corrales de Pesca de Chipiona». Alberto Manuel Arias García
Texto e imágenes de J. dos García
Obra bajo licencia Creative Commons
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