La Sauceda se encuentra en el límite fronterizo de las provincias de Cádiz y Málaga, en la carretera que une el Puerto de Galiz con Jimena de la Frontera, en pleno P.N. De Los Alcornocales, y en un enclave natural exhuberante. Las historias y leyendas del entorno son apasionantes, muchas de ellas trágicas.

«Lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar.» RAINER MARIA RILKE.

Encrucijada de caminos, territorio de frontera entre el Reino nazarí de Granada y la Corona de Castilla, allí donde la belleza más sobrecogedora convive bajo un manto fantasmal y siniestro, donde lo bello y lo terrible confirman la advertencia del poeta sobre su proximidad. Toda la carga evocadora del pasado del bosque y de las mil y un leyendas; este otoño hemos vuelto a La Sauceda, al corazón del bosque encantado, tierra de desahuciados y bandoleros, tierra de sangre y represión.

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El corazón del bosque.

Situada en pleno corazón del P.N. de Los Alcornocales, en un precioso enclave rodeado de frondosos bosques de alcornoques, quejigos, acebuches, sauces y rododendros, La Sauceda es un bello paraje natural que a lo largo de los siglos ha conocido acontecimientos sobrecogedores y ha sido objeto de multitud de leyendas.

El bosque encantado. La Sauceda.

Su variada vegetación, la abundancia de arroyos formando angostos valles llamados localmente canutos, el rumor del agua, las gargantas llenas de musgos, los helechos de brillantes colores verdes, el magnífico porte de sus alcornoques y quejigos, el colorido de los rododendros en flor, toda la belleza de un bosque encantado sobre el que sobrevuela permanentemente un silencio que acongoja y te recuerda que una sombra de terror cubre las copas y los prados del valle cercano.

"Canutos" en La Sauceda.

Desde el valle y los bujeos, un sendero atraviesa los distintos ecosistemas hasta alcanzar la cima del Pico Aljibe, el más alto del Parque Natural con sus casi 1100 m., mirador privilegiado de la provincia de Cádiz.

Tierra de bandoleros y libertarios.

La difícil orografía del terreno y las difíciles condiciones de accesibilidad, convirtieron muy pronto esta zona en asentamiento de vaqueros y bandoleros.

Ya Cervantes nos relata en sus «Coloquios de perros», cómo el licenciado Juan Sarmiento de Valladares fué el encargado de de no dejar piedra sobre piedra del Poblado morisco y rebelde de La Sauceda, en la que sería la primera de sus destrucciones salvajes. ”Dejólos encerrados, y volvió a coger los trofeos de la batalla, que fueron tres vainas, y luego se las fue a mostrar al asistente, que, si mal no me acuerdo, lo era entonces el licenciado Juan Sarmiento de Valladares, famoso por la destrucción de La Sauceda…”

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Desde el siglo XVI se acumulan las leyendas que dan fe de lo recóndito e inaccesible del paraje y su carácter de refugio de bandoleros y desaforados, como es el caso de Pedro Machuca San Juan, capitán desaforado del ejército de Felipe II, juzgado en rebeldía, quien, antes de finalizar el siglo XVI, fue proclamado caudillo general de la República Libre de La Sauceda, con sus 300 soldados huidos, moriscos verdaderos y monfíes (moriscos desterrados y que se refugiaban en lugares inaccesibles, dedicándose muchos de ellos al bandolerismo), judíos, gitanos y bandoleros de Sierra Morena.

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El Poblado.

A comienzos del siglo XX el Poblado de La Sauceda era un conjunto de viviendas-cabañas dispersas por la zona, junto a otros edificios y servicios comunitarios: la ermita-escuela; molinos harineros, el cementerio, o la casa del Alcalde. Llegaron a vivir en esa época más de mil personas agrupadas en dos zonas: la ermita y la laguna del Moral. Vivían del campo, del carbón, del corcho, la ganadería o la caza. Los domingos se reunían en la ermita, que servía también de escuela, y a ella acudían niños/as de toda la zona. Todo un remanso de paz hasta que llegó la catástrofe.

Cabañas en La Sauceda.

Represión y memoria histórica.

A finales de octubre de 1936 muchas personas, sobre todo de la campiña de Jerez, fueron huyendo de las tropas franquistas hacia Málaga, provincia que aún no había sido tomada por el ejército invasor. Muchos de ellos se refugiaron en La Sauceda, junto a sus pobladores. Allí serían bombardeados por la aviación alemana, y asesinados en su gran mayoría de noviembre de 1936 en adelante.

En su libro “Un valle de belleza y dolor. La tragedia de la Sauceda”, dice García Bravo: «Fueron aquellos meses de noviembre de 1936 a finales de febrero de 1937 los que harán que aquel valle de luz y belleza se convirtiera en un lugar de oscuridad, tristeza y mucho dolor. Todo quedó arrasado; ya no se escuchaba ni tan siquiera el graznido de las águilas y hasta los pájaros callaron, los arroyos enmudecieron; solo el frío viento de invierno y el miedo estaban presentes en aquella tragedia de horror y muerte que envolvió a todo el valle de La Sauceda«.

El cementerio de La Sauceda.

El triángulo formado por el cortijo de El Marrufo y sus fosas comunes, el cementerio recuperado, y la ermita semidestruida conforman a día de hoy el testimonio de la Memoria Histórica.

«Lo siniestro es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado.» SCHELLING.

Complejo rural La Sauceda.

Desde finales del siglo pasado se han venido reconstruyendo gran parte de las cabañas de la zona, y a día de hoy se ha convertido el conjunto en un atractivo complejo rural desde donde se pueden realizar atractivas excursiones al Pico Aljibe o a la laguna del Moral. La escapada merece la pena, y una parada en la cercana Venta de Puerto Gáliz resulta obligatoria.

Alojamiento rural en La Sauceda.

Antxón Urrestarazu Echániz

Obra bajo licencia Creative Commons

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