El vasco de Irún Diego de Iparraguirre, capitán, comerciante de Indias y caballero de Santiago, destacado bienhechor, amigo y consejero, fue muy admirado por todos los vascos de su tiempo en Cádiz. Nacido en Irún el 7 de julio de 1636 y bautizado en la iglesia de Nuestra Señora del Juncal, falleció en Medina Sidonia (Cádiz), a donde se retiró a vivir los últimos años de su vida, el 17 de diciembre de 1700. «Iparraguirre es un dechado de vasco emprendedor y callado. Jamás se dio descubiertamente por bienhechor, ni permitió que nadie entendiese lo que hizo». Así lo define el historiador vasco José Garmendia, quien siente especial devoción por este irunés aventurero y gran benefactor.
Al irunés Diego de Iparraguirre le seguimos la pista hace unas semanas por Chiclana, donde visitamos el Convento de Jesús Nazareno, a cuya construcción contribuyó de manera decisiva, y estos días le hemos encontrado en Medina Sidonia, donde residió los últimos años de su vida y donde yace enterrado en la iglesia octogonal del Convento de las Agustinas Recoletas, que fundara en 1687. Junto al mismo, una placa da nombre a la calle en que residiera al final de su vida. Otros lugares de la ruta nos conducen al Hospital de Mujeres de Cádiz y a la iglesia de San Agustín de la capital.
Nacimiento en Irún.
José Garmendia nos suministra la primera información que tenemos sobre Diego de Iparraguirre. Se trata del documento que da fe de su bautizo en la iglesia de Irún de Santa María del Juncal: “El 7 de julio de 1636 bapticé a Diego de Iparraguirre, hijo legítimo de Luis de Iparraguirre y de Gracia Sagardía, siendo padrinos Diego Azpilicueta y María de Guyeco, vecinos de Irún”.
En su ciudad natal carece del recuerdo debido a su memoria y es digno de una amplia biografía para la que no falta abundante material en los diversos archivos de Cádiz y de Medina Sidonia.
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Capitán y comerciante.
Diego de Iparraguirre forma parte de la gran corriente migratoria de vascos y navarros que, por distintas razones históricas, económicas y sociales, trasladan su lugar de residencia a Cádiz en el marco de la floreciente actividad comercial con América de los siglos XVII y XVIII. El traslado de la Casa de Contratación desde Sevilla a Cádiz en 1717 no hizo sino acrecentar la creciente influencia de marineros y hombres de negocios vascos en tierras gaditanas. “Cádiz, como puerta abierta al Atlántico se convirtió en espectador de excepción de embarques de gentes y mercaderías, contratos, comisiones, armamentos de navíos, etc , para intervenir en la carrera de indias”.
Iparraguirre fue un importante comerciante y hombre de negocios, “hombre muy principal en Cádiz”. Poseedor de una importante fortuna propiciada por su actividad comercial con América, era propietario de un navío mercante de nombre “Santa Cruz, San José y San Francisco Javier”, construido en Campeche, de 303 toneladas.
A Diego de Iparraguirre se le supone desde muy joven en Cádiz, donde alcanzó la graduación de capitán, y las primeras noticias documentadas las encuentra Garmendia a la edad de 32 años, concretamente el 6 de agosto de 1668.
Por esa época le encontramos formando parte activa de la llamada “cofradía de la nación vascongada”, punto de cita de los vascos en Cádiz y que tuvo en la iglesia de San Agustín de la capital gaditana su principal punto de encuentro, tal y como vimos en la entrada del blog relativa a Sancho de Urdanibia.
También le encontramos realizando importantes labores benefactoras relacionadas con el grave problema social de las mujeres abandonadas y enfermas que morían en los soportales de los edificios públicos o en la vía pública, en muchos casos por el papel de Cádiz como punto de tránsito de gentes sin residencia, a la espera de su embarque para las Indias. Iparraguirre contribuyó de manera importante en la mejora, administración y gobierno del antiguo hospital de mujeres, obra de otro capitán vasco, Manuel de Iriberri.
En 1634 se iniciaron las obras, tras la compra de unas casas en la antigua calle de la Carnicería del Rey, donde establecieron un modesto hospital para la curación y atención de las mujeres necesitadas. En 1736 se crearía el nuevo hospital de mujeres, actual sede del obispado de Cádiz, edificio que cuenta en la actualidad con una preciosa iglesia barroca y un magnífico cuadro de El Greco.
Iparraguirre y los conventos gaditanos.
Diego de Iparraguirre tuvo un papel decisivo en la construcción y mantenimiento de dos Conventos vinculados a las Agustinas Recoletas, el primero en Chiclana de la Frontera y el otro en Medina Sidonia, ciudad a donde se trasladó los últimos años de su vida y donde falleció.
Como nos cuenta Manuel Moreno Puppo, en su texto relativo al “Monasterio de las RR.MM. Agustinas Recoletas” de Medina, “los conventos de monjas se vuelven necesarios a la sociedad, a la Iglesia y al propio estado. Las razones en que se apoyaba esa necesidad no residían sólo y exclusivamente en las necesidades espirituales, sino en la organización social vigente en aquella época”
Hay un bonito texto de Fray Alonso de Villeriño, “Esclarecido solar de las Recoletas Agustinas”, donde se pueden leer de manera muy precisa las importantes contribuciones realizadas por nuestro irunés destinadas a la consolidación y mantenimiento del Convento de Jesús Nazareno de Chiclana.
El año 1687, Diego de Iparraguirre juega un papel fundamental en la fundación del Convento de Jesús, María y José de las Agustinas Recoletas de Medina Sidonia. Compró las casas y solares que iban a permitir levantar el majestuoso edificio que acompaña al precioso conjunto monumental de Medina , en torno a la plaza mayor, y puso de su parte todo lo necesario para acondicionar el Monasterio y dotarlo de todo lo necesario. Tomó a la Comunidad bajo su protección, equipó el Convento con ajuares litúrgicos y ornamentales, y decoró los recintos con obras artísticas. Hace unos días visitamos el Convento, la coqueta iglesia octogonal donde fue enterrado, recordamos su pasado junto a las actuales monjas que habitan el convento, y recorrimos la pequeña calle donde estuvo su casa y última morada. Toda una experiencia.
Un vasco generoso.
Diego de Iparraguirre destacó especialmente, a pesar de su gran fortuna, por su carácter generoso y humilde. Así describe Fray Alonso de Villeriño a nuestro vascogaditano: “Jamás se dio descubiertamente por bienhechor, ni permitió que nadie entendiese lo que hizo; y a los barqueros que llevaron materiales a Chiclana y a Medina dijo siempre que no los enviaba él sino que algunos devotos de la religión los depositaban en su poder para que se los hiciese conducir”. Nuestro irunés y asidonense pertenece a un tipo de vasco que se distinguió por una serie de virtudes que el historiador portuense Hipólito Sancho de Sopranis definió perfectamente al referirse a un contemporáneo y compatriota de la misma época: “laboriosidad, seriedad en los tratos y generosidad ante las necesidades colectivas”. No me importaría nada que si alguien me recordara a mi muerte, citara esas virtudes como características de mi persona y mi vida.
Fuentes:
- Cádiz, los vascos y la carrera de indias. José Garmendia Arruebarrena.
- Vascos en Cádiz. (Siglos XVII y XVIII). José Garmendia Arruebarrena.
- Monasterio de las RR.MM. Agustinas Recoletas. Manuel Moreno Puppo.
- El espíritu emprendedor de los vascos. Alfonso de Otazu y José Ramón Díaz de Durana.
- Fotos Iglesia Nª Sª del Juncal y mapa Cádiz en el S. XVII: Wikimedia Commons
Antxon Urrestarazu.
Obra bajo Licencia Creative Commons.
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