Entre vascos/as no es raro iniciar una conversación hablando de cocina. En nuestro caso no podía ser menos, y fuimos calentando motores entre recomendaciones gastronómicas en El Puerto, la ciudad que acogió a la bilbaína Ana hace 23 años. Aunque si somos rigurosos, su lugar de nacimiento fue Santander, ciudad a la que su madre acudió para dar a luz desde la cercana Bilbao, dado que su tío ginecólogo residía en la capital montañesa. Cosas de la época. Su DNI nos dice que nació en Santander y fue bautizada en dicha ciudad, pero ella tiene claro que su origen es bilbaíno.
Ana es la mayor de 8 hermanos, hijos de un bilbaíno y una guerniquesa y, a pesar de la anécdota natal, una “botxera” de la Gran Vía que estudió en el Colegio Jesús Maria de Artxanda. «De aquellos años guardo en mi memoria imágenes de un Bilbao oscuro, negro, de casas oscuras. Guardo gratos recuerdos del Parque de Doña Casilda (en lo que coincide con otra vasca-portuense, Isabel Mochales) y de los barcos surcando el rio Nervión». También recuerdo la Naviera Pinillos y la bocina diaria del Astillero, pero sobre todo el agua negra que bajaba permanentemente por el rio«.
Ana tiene una memoria privilegiada y revive con facilidad sus años bilbaínos anteriores a su posterior y actual vida portuense. Las visitas a sus abuelos de Gernika, las vacaciones en Ávila y en la villa foral, mas tarde en las bonitas playas de Laga, Laida y Plentzia. El cambio a Derio para estudiar Magisterio fue importante: “de un entorno urbano a uno rural, otro tipo de gente y ambientes”. Recuerda a sus amigos de Zeanuri y Oñati, los guateques y los cantautores de la época, las «movidas» políticas y el euskera, las asambleas. Es la época de la transición democrática que propició todo tipo de experiencias y emociones, muchas positivas y otras no tanto. No tardó en iniciar su vida laboral: en el Colegio de Artxanda comenzaría a impartir clases a niños/as de 3 años, durante 2 cursos, lo que hizo compartiendo sus estudios de Pedagogía en Deusto, a lo que seguirían las sustituciones en el sistema público: Algorta, Getxo, y Portugalete.
Se casó en el 84 con un ingeniero bilbaíno y vivió esos años en Algorta en un ambiente de playas, paseos por el campo y navegación, una afición que ya disfrutaba desde los 15 años en el barco de su padre.
A partir del 88 llega el gran cambio. Su marido es contratado por la Ford y en el 89 se trasladan a Filadelfia tras pedir una excedencia. Anteriormente, en el 85, había aprobado las oposiciones. Guarda buenos recuerdos de la «experiencia americana». «Me dediqué a estudiar inglés mientras mis dos hijos iban a la guardería. Me gustaba el ambiente multicultural, aunque la vida social era muy escasa. Era una ciudad diseminada, en la calle se veía poca gente. No es la urbe que nosotros conocemos«. Allí pasó 9 meses junto a su marido y sus dos hijos.
A partir de aquí comienza su etapa gaditana. Llegó a El Puerto de Santa Maria en 1990 y aquí lleva 23 años, se dice fácil, y en El Puerto nació su tercer hijo. Una auténtica vasca-gaditana. «Tras tantos años he perdido las expresiones que usaba en Bilbao. Ahora empleo los giros y expresiones gaditanos con mayor frecuencia«.
Pero ya existían antecedentes gaditanos en la familia. Durante sus vacaciones visitaban en ocasiones a sus primos de Cádiz. Una tía suya se había casado con un gaditano que estudió en Deusto. Ya entonces le atrajo el clima del sur, sus playas.
Ya en El Puerto y tras el concurso de traslados, comenzó a trabajar en el Colegio Menesteo, en Educación especial, donde estuvo varios años. De ahí paso a trabajar en los equipos de Orientación en la Delegacion de Educación, actividad que continua desempeñando en la capital gaditana.
Ana ha vivido el proceso de «integración» de manera muy natural. Nada de sentirse desubicada o en territorio extraño. “Al principio nuestras relaciones eran los primos, pero poco a poco se amplió el círculo. Es cierto, de todos modos, que no es muy fácil hacer amigos de verdad. También siento en ocasiones cierta añoranza de la familia y amigos vascos, aunque casi siempre pasamos las navidades allí, pero nuestra vida, y sobre todo la de nuestros hijos, es la de unos portuenses más. Me gusta hacer excursiones por la Sierra, pertenezco a los amigos del yacimiento de Doña Blanca y a la Asociación de personas lectoras, me gusta mucho la lectura, en especial la novela histórica y negra.
En mi opinión Ana lleva bien su doble condición de vasca y gaditana, es una mujer muy familiar, transmite una serenidad que contagia en poco tiempo a su interlocutor y su discreción, simpatía y amabilidad son el fruto de un carácter que me resulta muy conocido y familiar.
- Las imágenes que aparecen en el post nos han sido cedidas por Ana de la Herrán. ¡Ya nos hubiera gustado enseñarlas todas!
Antxon Urrestarazu
Obra bajo licencia Creative Commons
Estuve emparentado (bueno, hablando con propiedad, fue mi parienta por diez años) con una gernikatarra. No fue eso lo que me relacionó con mucha gente de Gernika: fue más bien al revés ya que la conocí porque, precisamente, tenía bastantes amigos allí. Mi familia pasaba la mitad del año en Inarrangelu y, como tu misma, a la playa de Laga venía mucha gente de los pueblos de alrededor. Un chaval de la cuadrilla, por cierto, se apellidaba Unceta y, creo recordar, estaba relacionado familiarmente con la fábrica de armas (Astra). Perdí el contacto con todos, incluido la que fue mi mujer, hace muchos años, pero voy por allí de vez en cuando, desde Madrid. En fin, que me han venido bastantes recuerdos leyendo tu historia.
Amigo Pedro, esperamos anhelantes tu historia vasco-gaditana y esa teoría tuya tan interesante de los «nombres propios» que cierto día me contaste.
Es una fortuna conocer a Ana. Siempre ha sido una persona extraordinaria. El Puerto tiene en ella un tesoro más. Me ha alegrado mucho verla aquí.
Una web interesante.
Gracias Almudena. Seguro que le gustará el halago. Y bienvenida a nuestra web.