Hemos intentado retratar el verano donostiarra y nos ha salido en blanco y azul, dos colores presentes en nuestra retina cuando recordamos los últimos días de agosto en la capital gipuzkoana. “Azul y blanco vuela por casi todas partes”, canta “El Pescao”, y ambos colores inundan la ciudad en la época estival, dos colores muy queridos por Picasso y Alberti.
Donostia-San Sebastián en verano es un hervidero, un bullicio callejero interminable, la Semana Grande y las regatas de la Concha, turistas llegados de todos los confines, taxistas y taberneros estresados y el ruido ensordecedor de los fuegos artificiales. Pero también hay un espacio para la intimidad y el sosiego, para la tranquilidad y la calma, la que transmiten el blanco y el azul cuando cesa el torbellino.
El azul es el color de la frescura, la espiritualidad, la libertad, la paciencia, la lealtad, la paz y la honradez. Se asocia fuertemente con la tranquilidad y la calma.
El blanco es la inocencia y la pureza. Contiene todos los colores del espectro y representa lo positivo y lo negativo de cada uno de ellos.
Azul, blanco y añil,
postal y marinero.
De azul se arrancó el toro del toril,
de azul, el toro del chiquero.
(Rafael Alberti)
Azul y blanco son las islas griegas y blanquiazul es la ciudad tunecina de Said Bou Said.
Hasta pronto amigos. Aquí os espero con mis carraquelas (burgaillos en gaditano).
Antxón Urrestarazu Echániz
Obra bajo licencia Creative Commons
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