Nacida en Vitoria e hija de Juan Martínez de Zuzalaga y de María de Villarreal, Jacinta Martínez de Zuzalaga viaja a Cádiz tras la muerte de su madre cuando sólo tiene 20 años de edad. Ocho años más tarde, el 8 de febrero de 1652, se casa en secreto con otro vitoriano, Joseph de Arrate Villarreal, hijo de la hermana de su madre y, por lo tanto, su primo hermano Una historia vasco-gaditana singular en la que se entremezclan los amores escondidos, las riquezas de una intensa vida comercial y una importante labor benefactora al servicio de las mujeres de dudosa reputación. Una historia para ser novelada de una vitoriana con arrojo que dejó su Vitoria natal para entregarse a Cádiz.
La historia de Jacinta de Zuzalaga está muy unida a la de su marido, otro vasco de Vitoria, Joseph de Arrate y Villarreal, contador de la Aduana Real de Cádiz, rico comerciante que hiciera fortuna en el comercio trasatlántico, invirtiendo en cargamentos destinados a Cartagena de Indias, Veracruz, Lima y Buenos Aires y miembro insigne de la cofradía vizcaína del Cristo de la Humildad y Paciencia, cofradía en la que se agruparon los comerciantes vascos de la época para mejor defender sus intereses. Tuvieron capilla propia en la Catedral Vieja, actual Parroquia de Santa Cruz de Cádiz, donde al día de hoy se conservan los escudos de las provincias vascas. Posteriormente tuvieron su sede en la Iglesia de San Agustín, a cuya construcción contribuyó de manera importante el irunés Sancho de Urdanibia, lo cual es visible aún en la portada principal de la citada iglesia, como también lo son los escudos de las provincias vascas en su interior.
Pero la historia de Joseph de Arrate y Jacinta de Zuzalaga tiene su miga. Siendo primos hermanos, mantuvieron una relación amorosa que generó no pocos quebraderos de cabeza en la sociedad de la época. Para poderse casar tuvieron que obtener la dispensa papal, para lo cual declararon que llevaban varios años acostándose juntos y que, si no se casaban, Jacinta tendría su honor mancillado y no podría casarse con nadie más. Su matrimonio se celebró en secreto el 8 de febrero de 1652.
Existe otro episodio relacionado con la pareja que he encontrado en el libro “Amours et désamours á Cadix aux XVIIe et XVIIIe siècles” (pp 118-120), que levanta algunas dudas respecto a la beatería y aparente vida cristiana y benefactora que desarrollaron, cual es la sospechosa procedencia del niño mulato que nació y se crió en su casa, hijo de su esclava negra Mariana de Jesús. Un capítulo a tener en cuenta para entender la realidad moral de una época en que las clases dominantes parecían desbodar beatería y beneficencia.
Jacinta Martínez de Zuzalaga es, por otro lado, conocida en Cádiz por su importante papel en la fundación de la llamada Casa de Recogidas o Arrepentidas en la céntrica calle Ancha de la capital gaditana. Dicha Casa, fundada bajo la advocación de la Conversión de San Pablo, tenía por objeto la atención a las mujeres de dudosa reputación, dicho de otra manera, mujeres que venían ejerciendo la prostitución y a las que se ofrecía el arrepentimiento y una nueva vida entre costumbres cristianas. El edificio era conocido en la época como “las Recogidas”.
Como nos cuenta nuestro amigo José María Collantes en su magnífico blog , “la creación de una casa de recogida para mujeres de vida deshonesta, fue un proyecto que se intentó realizar en varias ocasiones durante el siglo XVII, pero siempre obtuvo la negativa del Cabildo, temiendo que su fundación perjudicara económicamente a los conventos e instituciones benéficas de la ciudad”.
En 1678 Jacinta de Zuzalaga hizo una donación de casas en la calle Ancha al obispado de Cádiz para la fundación de dicha Casa de Recogida, tal y como nos cuenta el historiador de Zaldivia José Garmendia, tras el estudio de la documentación en poder del Archivo Diocesano de Cádiz. Junto a las casas se levantaría una iglesia que aún se conserva en dicho lugar, más conocida como Iglesia de la Conversión de San Pablo. La iglesia que podemos contemplar a día de hoy, es fruto de la restauración llevada a cabo en 1787 por Torcuato Benjumeda, según planos de Torcuato Cayón, padres ambos del magnífico neoclásico gaditano, y una de cuyas huellas la vimos en nuestro reportaje sobre Chiclana y su magnífica iglesia de San Juan Bautista.
En su testamento de 1692, que José Garmendia consultó en el Archivo de Protocolos de Cádiz, sentó las bases para la creación de una Fundación y patronato que continúan hasta nuestros días. Resulta curioso consultar dicho Testamento y el detalle con que Jacinta estableció incluso el perfil que debía tener la “provisora” o encargada de la Casa. “De madura edad, seguro espíritu, sin achaque habitual, de la que se pueda fiar en su cumplimiento y haga la causa de Dios con caridad, y si no hubiese en esta ciudad, se traerá de donde la hubiere.”
Tanto Jacinta como Joseph mostraron su voluntad testamentaria de ser enterrados en la capilla de San Diego del Convento de los Franciscanos de Cádiz, donde se encuentran sepultados sus restos entre el silencio y el desconocimiento de los actuales rectores.
Jacinta Martínez de Zuzalaga fue una vitoriana con arrojo que dejó su huella en Cádiz en el siglo XVII hasta convertirse en una de nuestras vasco-gaditanas más relevantes.
Fuentes:
Vascos en Cádiz. Siglos XVII-XVIII. José Garmendia Arruebarrena. Grupo Doctor Camino. C.A.M.
Amours et désamours á Cadix aux XVIIe et XVIIIe siècles. Alessandro Stella. Le Temps du Genre.
Arte en Cádiz. José María Collantes González.
Antxón Urrestarazu Echániz
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