La Plaza de la Trinidad: un espacio a reivindicar

San Sebastián es una ciudad que cuenta con importantes espacios públicos y plazas de gran interés. Basta citar Alderdi Eder, los jardines de Ondarreta, la plaza de la Constitución, el Boulevard, la plaza de Gipuzkoa, la plaza de Zuloaga, la plaza Okendo y la del Buen Pastor, pero, sin duda, esta lista estaría incompleta si no incluyéramos en un lugar destacado la plaza de la Trinidad.

Covento de Santa Teresa, Basílica de Santa María, Plaza de la Trinidad y Museo San Telmo.

Como es sabido, el pasado año 2013 hemos rememorado el bicentenario de la destrucción, incendio y saqueo de la ciudad a manos de las tropas inglesas y portuguesas, cuya misión, supuestamente, era liberarla de la ocupación francesa. Con motivo del centenario del derribo de las murallas (año 1863), el ayuntamiento donostiarra encargó al arquitecto Luis Peña Ganchegui el proyecto para la plaza de la Trinidad, que se concluyó en 1963. Esto quiere decir que desde hace cincuenta años, en la zona de encuentro de la Parte Vieja con el monte Urgull, podemos disfrutar de un espacio público de gran calidad urbana, que aúna la sabiduría arquitectónica con el reconocimiento popular.

Vista desde el museo de San Telmo

La intervención se desarrolló en una zona residual, antiguamente ocupada por un convento de los jesuitas, definida perimetralmente por diversas preexistencias naturales y arquitectónicas, como son el monte Urgull (norte), los ábsides del convento de San Telmo (este) y de la basílica de Santa María (oeste), las ruinas de la muralla, un frontón y las traseras de los edificios de la calle 31 de Agosto (sur).

Vista desde la basílica de Santa María

Luis Peña articuló la plaza con su entorno mediante la creación de un zócalo unitario, definido por las gradas de piedra que resuelven la entrada, incorporan las fachadas traseras y se funden con la ladera de Urgull, en cuya base construyó un bolatoki que servía de apoyo para la terraza superior. Todo ello dio como resultado una arquitectura poética y vigorosa basada en la coherencia que el pavimento empedrado, de canto rodado y adoquín de caliza, aportaba al conjunto de la plaza.

Frontón

A lo largo de los años se ha utilizado como un espacio polivalente, apto tanto para zona de estancia como para la práctica de actividades relacionadas con distintas modalidades deportivas y culturales, siendo especialmente conocido su uso como escenario principal del festival de jazz.

Foto Donostiako Jazzaldia

Lamentablemente, tras haber sufrido una serie de intervenciones muy poco afortunadas, se ha ido deteriorando de forma paulatina hasta llegar a transformar el espacio plaza original en la pista polideportiva actual.

Pista polideportiva

En los últimos años, ha ido cobrando fuerza la propuesta de cubrir el frontón para convertirlo en un espacio multiuso. Sin embargo, no es necesario explicar las consecuencias que una intervención de este tipo podría provocar en una plaza tan acertada en sus texturas y en sus proporciones, ya que se alteraría uno de los elementos esenciales que definen su arquitectura.

Cubrición propuesta para el frontón de la plaza (Foto Barandarian-Zubiria

Resulta habitual hablar de respeto por el patrimonio mientras vamos permitiendo la desaparición, o degradación, de algunos de los edificios y/o espacios más valiosos que heredamos de nuestros mayores. Por eso, es importante que sepamos actuar de manera que no puedan decir de nosotros que no nos merecemos la ciudad que tenemos; si no somos capaces de mejorarla, por lo menos, no la empeoremos. Todavía estamos a tiempo de valorar como se merece nuestra querida y valiosa plaza de la Trinidad, uno de los espacios públicos más emblemáticos de Donostia.